Limpio de vigencia el eco residual
de las campanas del pasado.
Doblo en la esquina de redonda memoria
para alcanzar viejas escenas
que en la distancia renacen
con el lamento de haber perdido la niñez,
y sus tesoros.

Limpio de vigencia el eco residual
de las campanas del pasado.
Doblo en la esquina de redonda memoria
para alcanzar viejas escenas
que en la distancia renacen
con el lamento de haber perdido la niñez,
y sus tesoros.

El agua se acostaba
sobre el manso suelo
retratando a la luna
en su pleno vuelo.
La noche se dibujó de luz
y la oscuridad rugió
con el trueno libre,
entre gotas rebotando
como discursos de lluvias,
el que con agua de palabras
al corazón deja llano.

Yo canto la luz
reuniendo las tinieblas.
Yo escribo el movimiento
leyendo el sonido.
Yo recojo el pasado y el futuro
y lo guardo en el presente.
Pero yo no soy lo que soy
porque aquello que sin ser
nada ni nadie
lo es todo.
Todo se disuelve
al sumergirse en el vacío.
Gélida gelatina terrenal
de la densa y quimérica realidad.
Sustancia de trazos rudos que te escurres
desde las murallas de la ley
en hilos desiguales.
¡Por ti zozobro por los derrumbaderos
del pensamiento Luz!
¡Por ti me disparo a las ideas
de la noche mental,
y así salvarme de tus falsos infiernos!
Me senté inclinando la espalda
como espiga obligada
por el soplo campestre.
Sentí sobre mí
todo el peso del espacio que me rodeaba
y asegurando con los dedos la herramienta
traté de impedir que se me perdiera
por el arenoso vacío
el total de mis recuerdos
y pensamientos derrotistas
desde las manos de la imaginación.
Con labios de tierra
me diste nombre,
y al agua cayó la palabra.
Así me invocas con todos mis demonios
culpándome por tus bendiciones.
…por cansados ríos inventados
regresan mis cadáveres
embrujados por la melodía
que no calla mi nombre…
El bautismo fue la sentencia.
Así me pronunciaste.
Así la palabra al agua calló.
Vi correr una estrella
que perseguía a la noche.
Escalé sus minutos hasta que la noche
se dejó atrapar.
Vi una sonrisa sostener
la caída de una lágrima que huía;
unos parpados extendidos
desplazando a una vida.
Vi la noche preñada con el germen del día,
escuché el silencio de su voz.
Sentí el vacío agotando el espacio.
Pero nunca aprendí a comenzar un final.
Con vidrios de catedrales estoy herido.
Herido de esperanzas de ideales.
El filo de la verdad
abrió el curso de las acciones
otorgando la culpa al subordinado.
Cúmplase la pena
en la cárcel del cuerpo,
vistiendo el alma con ropas gastadas.
Ropas viejas de nacer y morir todos sus días.
Tuve hambre y sed de ser escuchado,
y cansado de rogarle al sordo vacío,
¡con un golpe le recé a los vidrios!
De noche me rodean
el canto de los anfibios
con sus telegramas y mensajes,
declarando territorios y dispuestos a conquistar.
Cierro las cortinas del silencio
y con máscara de sueño
me sumerjo en el lago de las ideas,
rescatando palabras y pensamientos
de abismales ensueños oceánicos,
de trincheras insondables,
usando la húmeda palabra,
el verbo acuático.
Así el pensamiento hidráulico
siempre ha estado conmigo
empujando todo lo que molesta.
En mi propia dimensión,
solo con mis ideas,
el placer se descuelga
precipitándose a la paz del vacío
como epílogo nocturno.
Aquí soy grano de arena sin playa,
lo gota fuera del océano,
estrella sin cielo, hoja sin árbol,
en el callejón cerrado,
en la noche seca,
con la vista sorda,
con el alma sola,
la nariz más larga,
los pies más secos,
con palabras inútiles,
con los ojos húmedos
por la medida del tiempo
y el espacio agotado de aire podrido
por el sudor de las horas
en la celda del tiempo.
Con la tristeza de mis dedos
rasgo la cuerda del pasado
que con música lejana sacude el silencio
acumulado en mis entrañas.